lunes, 5 de enero de 2009

No aprobado, 1


Este es un típico berretín burgués. El otro día di un examen y lo perdí. Y aunque yo se que el fallo fue justo, yo siempre tengo una esperanza, allá muy en el fondo, lo que me hace por lo menos dudar inconcientemente de la justicia del fallo.

Detesto los exámenes. Detesto la idea de tener que dar exámenes. Detesto estar todo el día ahí sentada, esperando a entrar a dar el oral. Detesto pasar todo el día con ganas de bañarme, cansada, con hambre, con sed, etc. Detesto estar nerviosa todo el día, dándome cuenta de todas las cosas que no se, por la razón que sea (o porque me las rifé, o porque las estudié y nunca las entendí, etc.). Detesto tener que aguantar a algun@s “compañer@s” haciendo alarde de tooooodo lo que saben, metiéndose todo el tiempo en conversaciones ajenas, dando opiniones a troche y moche, como si a alguien le interesara lo que opinan sobre la problemática del País Vasco, o el incremento de los casos de anorexia entre las mujeres negras sudafricanas desde 1994 coincidiendo con el final del Appartheid, o cualquier otro tema.

En realidad lo que más detesto es esa concepción que existe en algunas instituciones educativas de este país de que un@ va a demostrar su conocimiento a través de la respuesta a algunas preguntas elegidas de manera totalmente arbitraria por un tribunal de “notables”, o a través del desarrollo de un tema particular, también seleccionado por estos “notables”.

El mecanismo de los exámenes es de una perversión tal que a veces me asusta. En esta lógica, los estudiantes somos concebidos como maquinitas de estudiar, aprender, y salvar exámenes: “Si estudiás, vas a salvar”.

¡Mentira! He visto decenas de veces cómo algunos de mis compañer@s se rompen el alma estudiando durante meses, yendo a profesores particulares, recursando materias y un montón de cosas más, y pierden el examen como si nada.

No, como si nada no. Lo que pasa es que justo ese día se sentía mal, o se había peleado con el/la novi@, o había dormido mal, o estaba contracturad@, o tenía laringitis y no podía hablar, o…

Pero ta, todo eso no importa, porque “si estudiás, vas a salvar”.

Ta, obviamente que perder un examen no es ni por lejos lo peor que te puede pasar en la vida. Esto es algo que yo me repito y le repito a mis compañer@s incansablemente durante las largas horas de espera: “¿Qué es lo peor que nos puede pasar? Perderlo y tener que darlo de nuevo. Nada más. No nos jugamos la vida, ni la vida de un ser querido, ni nada. Es un examen, nada más.” Y de esa forma fomentamos la autocomplacencia y se nos exacerba la neurosis. Lo bueno es que la mayoría somos neuróticos (chiste neurótico). Igual siempre salta algun@ con el típico “Si, pero si lo perdés, te afecta la escolaridad y bla bla bla…” ¡Pero la puta que te parió!

Y bueno, ta. Me tenía que descargar. Tenía que hacer mi declaración de principios en contra de los perversos exámenes que la hacen pasar tan mal a una. No hay derecho, a dónde iremos a parar, bla bla bla...

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